Hablando la otra noche con Mar y Elisa sobre restaurantes foráneos raros, acabamos por plantearnos un curioso reto.
Para ello, primero hay que enterder la evolución de los restaurantes de otras gastronomías en Madrid que ha pasado de la ausencia total, a los contados pioneros (como el desaparecido House of Ming, el primer chino de la capital, con su maravillosa decoración a lo James Bond), a la llegada casi en avalancha de un muestra de cada una de las principales cocinas del mundo, eso si vendidas con un carga de exotismo y tipismo, necesaria para nuestros aún vírgenes paladares (las tan lejanas, de la verdadera cocina mexicana, fórmulas Tex-Mex por ejemplo), a la oscura pesadilla de la globalización norteamericana y sus mierdas empaquetadas de la que no conseguimos escapar aún. Y al momento actual, en el que con un 10% de población inmigrante, se podría decir sin tapujos que hemos llegado a tener los mismitos restaurantes (si es esto posible) que te podrías encontrar en algunos de sus países de origen.
En fin, no creo que digamos nada nuevo a los que sean un poco observadores, pero la idea que nos propusimos esa noche, es si nosotros tres seríamos de capaces de descubrir este último tipo de restaurantes. Básicamente hemos decidido que con periocidad y en la medida de nuestra pobre cultura culinaria y pocos recursos, probar, escribir y, en realidad, intentar sacar a la luz esos sitios de comidas de Madrid que podríamos considerar no como los mejores en su especie, sino como los más auténticos (ya dije la palabreja y mira que no quería).
Por supuesto, que no hablamos de lugares típicos, ni de alta cocina (ni tan caros que nos fundamos nuestros precarios sueldos), sino básicamente de aquellos que busquen la cocina cotidiana, donde vayan ellos a almorzar o de celebración, y que a nosotros, sin necesidad de tomar un avión en Barajas, nos permita tener la posibilidad de visitar un restaurante que verdaderamente podría estar situado en Caracas, Saigon o Rabat. Lo que ocurre es que posiblemente, no los encuentre Vd. en los rutas de moda del tapeo en el centro, sino que estén en un polígono industrial en Villaverde, en el barrio chino de Legazpi, en el pequeño Santo Domingo de Tetuán o en el barrio polaco de Coslada, por ejemplo.
¿Es esto posible? ¿No nos ahogaremos en nuestros lugares comunes o en sus gustos más que particulares (esas gelatinas chinas...)? ¿No acabaremos por descubrir que no hay nada más típico que montar un pequeño tu país fuera de casa, abanderando todos los tópicos propios y alguno ajeno? ¿Nunca se podrá, porque aunque se intente siempre faltarán la mayoría de las materias primas originales? ¿Al final el gusto, el sabor, se termina por moldear a la temperatura del tono local y la comida no es más que una aberración mutante, como la comida india que no pica?
¡Uf! ¡Cuantás preguntas! Vamos a intentar responderlas.
Y yo ya se por cual empezar....
D.
www.tinapaterson.com